domingo, 31 de octubre de 2010

Hacia la Cumbre en Seúl

LOS EMERGENTES LLEGAN AL G-20 CON LA AUTORIDAD QUE LES DAN SUS RESULTADOS

Publicado el 31 de Octubre de 2010

Por Nicolás Bontti

Europa y los Estados Unidos están en una situación económica y social muy delicada. La agenda incluirá la utilización de los tipos de cambio y el reconocimiento de un mayor protagonismo en el FMI a los miembros de Asia y América Latina.


El G-20 se convirtió, desde el 25 de septiembre de 2009, en el organismo que se ocupa de la situación económica mundial, desplazando al G-7 y G-8.

En su primera definición como foro permanente, se pronunció por políticas que protegieran el empleo decente, impulsando regulaciones sobre los bancos de inversión y paraísos fiscales, y avanzando en la discusión sobre la reformulación del FMI y el Banco Mundial, principales responsables de la crisis financiera internacional, por avalar prácticas económicas especulativas que derivaron en una debacle histórica para el sistema capitalista.

Sin embargo, este debate sobre el rol de los organismos multilaterales de crédito no llegó a ninguna conclusión ni acuerdo relevante una vez finalizada la última Cumbre del grupo realizada en Toronto.

Los líderes del grupo regresaron a sus países con una larga lista de tareas para realizar antes del próximo encuentro que se realizará en Seúl los días 11 y 12 de noviembre.

EL CONTEXTO ECONÓMICO MUNDIAL. La economía internacional quiere empezar a recuperarse de la grave crisis financiera que comenzó en agosto de 2007 en los Estados Unidos, y que en 2008 se extendió a otros sectores y economías del globo. Los efectos de esa coyuntura se intensificaron en septiembre y octubre de 2008, cuando los valores bursátiles cayeron en picada en todo el mundo y fue necesario rescatar con carácter urgente grandes instituciones financieras de Europa y los Estados Unidos.

Las “economías emergentes” y “en desarrollo” se vieron afectadas por el declive del comercio internacional y la disminución de los precios de las materias primas. Esta situación derivó en un gran perjuicio, tanto para las empresas como para los trabajadores de esos países, con hogares que debieron, en el mejor de los casos, moderar el consumo y la posible inversión, ante la desalentadora realidad que se comenzó a vivir.

A principios de 2009, se dio un marcado incremento del desempleo en gran cantidad de países y una disminución de los ingresos en casi todos los integrantes del G-20.

En los países centrales, los gobiernos intervinieron para fomentar la actividad económica con fuertes inyecciones de liquidez en los mercados financieros y políticas monetarias agresivas, en particular mediante recortes drásticos de los tipos de interés.

Se han implementado, además, políticas de estímulo fiscal, con inclusión de recortes discrecionales de los impuestos y un aumento del gasto público.

CRISIS Y AJUSTE. También se ha optado, en algunos casos, por la reducción de la jornada de trabajo, los programas de formación y la ampliación de las prestaciones del seguro de desempleo.

El G-20 ha participado activamente en la coordinación de las respuestas mundiales y nacionales. Está planteado el debate acerca de si, efectivamente, la aplicación de estas medidas ha contribuido a evitar que la recesión fuera aun más acusada (y el número de quiebras y pérdidas de empleos, mayor) o si, por el contrario, el ajuste fiscal operado en los países europeos es un factor que agrava la recesión por la vía de contraer el consumo y la demanda.

La primera de las posturas da por supuesto que no es posible mantener la fe irrestricta en las bondades del libre mercado. Paradójicamente, los principales promotores de ese libre mercado se vieron obligados a recurrir a la intervención estatal en la economía, para rescatar lo que el sistema por sí mismo había sido incapaz de salvar.

Europa y los Estados Unidos atraviesan aún grandes problemas que se comenzaron a gestar al calor de la crisis especulativa.

El pueblo francés se ha manifestado sistemáticamente en los últimos días, a raíz de las políticas de ajuste impulsadas por el presidente Nicolas Sarkozy, particularmente la pretensión de aumentar de 60 a 62 años de la edad jubilatoria. La situación de España es aun peor, con siete trimestres consecutivos de crecimiento negativo de la economía, un desempleo galopante, y sin expectativas de que la situación se resuelva prontamente.

Por su parte, los Estados Unidos decrecieron durante 2009: ni siquiera es seguro, según las previsiones que maneja la OIT, que pueda recuperar lo que ha perdido durante el corriente año.

EMERGENTES. Por el lado latinoamericano del G-20, tanto la Argentina como Brasil se mostraron sólidos frente a la crisis, con una rápida capacidad de reacción ante la misma (apenas uno y dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PBI, respectivamente), gracias al ordenamiento financiero y la disciplina macroeconómica que supieron mantener, y que los posicionó de mejor manera ante la debacle.

Las previsiones de la OIT señalan, a su vez, que durante 2010 Brasil ya estaría superando el nivel de actividad económica de 2008, con un 5,2% de crecimiento esperado, mientras la Argentina confirmaría la recuperación en la senda de crecimiento que experimentó entre 2003 y 2008. México, por su estrecha dependencia de la economía estadounidense, no ha tenido la misma suerte.

LA PREVIA DE LA CUMBRE. En una serie de reuniones entre autoridades financieras de los distintos países del G-20, desarrolladas entre los días 21 y 23 de octubre en Corea del Sur, y tras semanas de desacuerdos sobre la conveniencia o no de retirar los estímulos y abrazar la austeridad fiscal, el G-20 convino en que son posibles las dos metas, es decir, avanzar hacia la reducción de la deuda pública, sin poner en peligro el crecimiento económico. El comunicado emitido una vez finalizados los encuentros establece que los países desarrollados tendrán que reducir sus déficits "al menos a la mitad" para el año 2013, así como estabilizar o reducir el peso de la deuda para 2016.

Algunos dirigentes, entre ellos Cristina Fernández de Kirchner, se mostraron satisfechos de que la reunión reflejara las dos posturas, sin que se haya producido el “choque de los dos mundos”.

Otro tema de discusión en esta previa de la Cumbre de noviembre en Corea se origina en que los Estados Unidos y las demás potencias acusan a China de mantener artificialmente devaluada su moneda, para otorgarles ventaja a sus exportadores en detrimento de sus competidores, incluidas las empresas estadounidenses.

Se espera que se cierre el encuentro con un comunicado conjunto contra lo que se entienden como desequilibrios derivados del uso de políticas cambiarias.

Asimismo, como resultado del desempeño de cada uno de los miembros del grupo, se ha acordado otorgar un mayor peso a los países “emergentes” y “en desarrollo” en el FMI, para hacer ese organismo “más efectivo, creíble y legitimado” y permitir su papel de apoyo al sistema financiero y monetario internacional.

Las deudas del sistema financiero internacional

El G-20 funcionó durante varios años bajo la coordinación del FMI, enmarcado en los lineamientos del Consenso de Washington.

Se puede decir que desempeñó un papel secundario en el sistema de coordinación económica internacional, hasta que se desató la crisis del año 2008.


La quiebra de bancos y casas financieras durante el segundo semestre de ese año y la propagación de los efectos de la limitación del crédito a la economía mundial fueron los detonantes para su jerarquización y la convocatoria decidida por parte del gobierno de los Estados Unidos para que se reuniera a nivel presidencial.

Los países emergentes que habían sido el problema y la causa de creación del G-20 se visualizaron desde entonces como los protagonistas de la recuperación económica que debía seguir a la crisis.

A pesar de que se haya logrado que la situación no llegue a una profunda depresión, aún se está lejos de construir una arquitectura financiera internacional que responda a las necesidades de las respectivas sociedades, canalizando los ahorros en sentido productivo y social.

No existe hoy en el G-20 el consenso suficiente respecto de la profundidad que debe alcanzar la reforma y, en particular, sobre cómo corregir los fenómenos de especulación, falta de transparencia y aliento a la corrupción que significan el secreto bancario y los paraísos fiscales.

Opinión I

“Los Estados Unidos tienen serios problemas internos”

Por Enrique Aschieri

Economista, miembro del SID.

En principio, hay que tener en cuenta que la semana próxima Obama tiene la posibilidad de perder la mayoría en las cámaras legislativas de su país. Eso tendrá gran incidencia sobre cómo se reconfigurará el mapa mundial con vistas a la próxima cumbre del G-20, ya que se podrían imponer sectores que defienden los postulados teóricos de los padres del neoliberalismo, con Von Hayek a la cabeza.

Los Estados Unidos tienen serios problemas internos, y el acuerdo existente entre conservadores y laboristas en Inglaterra no creo que se explique por otro motivo que el de un intento de prepararse para lo que podría ser el peor de los escenarios posibles.

Por otra parte, en nuestro país los factores de poder económicos están esperando para contragolpear, como grandes beneficiarios que han sido de los procesos de valorización financiera del capital.

El problema más grave de la economía internacional es que el dólar está muy por encima de la necesidad de circulación mundial, entonces surge la pregunta sobre quién se hará cargo del ajuste.

A partir de esa realidad es que en el G-20 se abrirá un escenario para que la mayoría de los países centrales impulsen su agenda reclamando un atraso en el tipo de cambio de algunos países emergentes para, de esa manera, crearle demanda al dólar, y en consecuencia, pagar los costos del ajuste.

Hay que estar atentos, porque en la Argentina existe una coalición política y económica dispuesta a llevar a cabo ese programa.

Opinión II

“No habrá ninguna guerra cambiaria entre los países”

Por Juan Miguel Massot

Inst. Investigaciones de UNSAL.

El problema general y que está en el fondo de las discusiones actuales es que los países más importantes tendrán la posibilidad de lograr una coordinación efectiva y alcanzar un consenso esperado desde hace mucho tiempo. Esto es posible ya que actualmente no hay un país que sea claramente líder, debido a que la crisis estadounidense pone en cuestión la unipolaridad.

Para resolver los problemas se necesita de la coordinación, lo que implica incorporar las voces de algunos países emergentes como China e India. Sin embargo, no es claro cómo seguirá la situación, ya que los países desarrollados no tienen políticas y objetivos coherentes entre sí, lo cual complica la posibilidad de coordinar los temas fiscales y monetarios. Esto se ve muy claramente con China, que tiene importantes objetivos internos, entre los cuales aparece el seguir incorporando millones de personas al trabajo.

El gran desafío, entonces, sería lograr la estabilidad monetaria sin caer en la recesión. Estamos ante un fenómeno relativamente novedoso. Antes, los temas los resolvían los países desarrollados, como cuando Francia y Alemania se pusieron de acuerdo para formar la Unión Europea, pero ahora el panorama ha cambiado, sobre todo con la actualidad de algunos países emergentes.

Es una tarea muy compleja, por eso se logra tan poco en cada reunión del G-20. Lo importante en este momento es que no se va a desatar una guerra cambiaria y comercial entre los países. Hay mucha especulación, debido a la falta de coordinación, pero declarar una “guerra de monedas” o comercial es demasiado aventurado.

http://tiempo.elargentino.com/notas/los-emergentes-llegan-al-g-20-con-autoridad-que-les-dan-sus-resultados

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